Autor: Òscar Ramírez Dolcet
Cultura Verda, el festival de arte contemporáneo y medio ambiente de referencia en la provincia de Tarragona, sigue emanando propuestas para el colectivo cultural y creativo, con el reto de llegar también a toda la sociedad, que destacan por ser actuales y transgresoras, tabúes para muchos y necesarias para todos.
A la instalación “Happy Super Happy” que Freya Day, artista y alma mater del festival, presenta en el Campus Catalunya de la URV, se le une la presencia en la ciudad de Tarragona del historiador del arte, gestor cultural y escritor Rafael Doctor Roncero. Activista para la liberación animal y por una justicia antiespecista, hablará el próximo jueves 19 de mayo (19.00h Sala de Graus de la URV) sobre el arte la cultura ante el drama animal. La polémica está servida, como el debate que se debería generar a su alrededor.

Rafael, si buscamos en nuestra memoria la imagen más recurrente que une el sufrimiento animal y el arte, nos viene la del toro de lidia que el torero acaba de matar. Con este posicionamiento, digamos que básico, ¿hacia dónde se prolonga ese drama animal que la mayoría desconoce?
La sociedad para seguir siendo la que es se ha autoimpuesto una venda gigante para ignorar el inmenso dolor de los demás. Se vive más cómodo sin tener presente lo que sufren el resto de especies que nosotros hemos esclavizado o estamos esquilmando o directamente llevando hasta la extinción para mantener nuestro tipo de vida. Nos hemos apoderado del planeta como si fuésemos sus únicos habitantes y hemos hecho que el resto de seres vivos esté a nuestro servicio de diferente manera. Las macrogranjas actuales son un ejemplo de este drama infinito, lugares donde hemos arrebatado todo, absolutamente todo menos su cuerpo que engordamos pues lo único que nos interesa es su peso, a unos seres que multiplicamos como si fuesen hongos y a los que preferimos pensar que no sienten ni padecen y nos aferramos a todo tipo de argumentos o relatos que nosotros construimos para justificar su horrible situación.
España es todavía un país donde una parte de la población apoya al torero y a la figura que puede representar en el ámbito patriarcal. Con ese concepto, no es fácil luchar para romper con ello, ¿verdad?
Los que apoyan la tauromaquia u otros actos en los que tortura a animales como diversión son personas ancladas en un pasado atroz y con unos valores arcaicos. No hay un argumento válido que pueda justificar que el dolor ajeno pueda ser la fiesta de alguien. Nuestra sociedad tiene que saber evolucionar e ir eliminando cosas que son tradiciones que ya no tienen lugar en un mundo con nuevos valores. Sin embargo, desde los poderes fácticos se lucha para que se mantenga pues suponen pilares en los que sustentar su subsistencia. No es una casualidad que ese rey emérito vergonzoso que nos impuso Franco, el que se ha pasado desde que tiene razón matando a animales “de todo tipo”, sea el gran adalid de la tauromaquia o que, incluso, hayan obligado a su sucesor a acceder y fotografiarse en esos fosos de tortura. Allí todos los poderes se saludan y celebran el mantenimiento de un status. Saben que de la misma forma que el pueblo puede eliminar la tauromaquia, puede hacer lo mismo con la monarquía. De hecho, los valores que sustenta una y otra son un sinsentido para una sociedad moderna, sin embargo, ahí están todos apoyados, por supuesto, por la iglesia o las corporaciones municipales. No quieren que nada cambie para que no los apartemos a ellos. Si cae uno pueden caer todos. La tauromaquia, tanto la que se celebra en las plazas de toros, como la que tortura en la calle, es una lacra vergonzosa se mire desde los ángulos que se mire.
En tu intervención ante el público del evento “Cultura Verda” le darás mucha relevancia a la experiencia de Capital Animal. ¿Dónde estaba el punto de partida y cual es recorrido realizado hasta ahora?
Capital Animal fue un intento válido de unir a diferentes personas de la cultura y el arte posicionadas ante la injusticia generalizada que esta sociedad mantiene con los animales. Fue un gran festival celebrado en Madrid hace cinco años que luego se hizo de una forma brillante también en Valencia y más tarde en México y Bogotá. Solo en Madrid logramos implicar directamente a más de trescientas personas desde Manuel Rivas, Forges o Elvira Lindo hasta el premio Nobel J.M. Coetzee, uno de los mejores escritores del mundo y defensor sin fin de un mundo sin mataderos. Durante un tiempo se abrió un debate necesario que la cultura solo trataba de refilón y conseguimos ampliar el pensamiento sobre el mismo de una manera brillante. En estos momentos trabajamos para volver a realizarlo, aunque es difícil pues demostramos que podíamos mover cosas que esta sociedad prefiere ignorar. Cambiar nuestra relación con los animales es cambiar el mundo y esta sociedad capitalista, y los poderes que la sostienen, todos, no quieren que nada cambie a pesar de que nos abocamos al abismo absoluto como planeta. No solo se trata de atacar al patriarcado, que es una de las bases, es trabajar por unos valores donde la violencia no tenga lugar.
¿La sociedad en general sabe realmente que los animales, más allá de aquellos que se tienen en casa y que parecen que sean los únicos a proteger, tienen derechos?
Desgraciadamente no. De hecho, se está tramitando desde el gobierno una ley de bienestar animal que tiene escollos inmensos que superar debido a la presión que los ganaderos de las macrogranjas así como los cazadores están haciendo desde sus plataformas de poder, que son casi todas, para que no salga adelante. Se pretende, por ejemplo, distinguir a los perros que viven en nuestras casas de los que usan los cazadores, de tal manera que unos tengan derechos y otros no. Es una atrocidad y una afronta contra el sentido común. En España cada año se abandonan entre cien mil y doscientos mil perros y la mayoría de ellos proceden del entorno de la caza. Se siguen ahorcando galgos cuando ya tienen cuatro años y no corren como el galguero quiere o se siguen tirando vivos a fosas para hacerlos desaparecer. Con todo, los perros están en lo alto de la jerarquía de nuestra empatía animal. Infinitamente peor es como entendemos la vida de un cerdo, una gallina o una vaca. No digamos ya de los peces que no se cuentan nada más que por toneladas y les hemos arrebatado hasta su sentido como individuos.
¿Quién colabora a generar los inmensos agujeros de información, esas brechas enormes a menudo interesadas, que alejan a la población de la realidad?
El Capitalismo absoluto que todo domina y sus lacayos que somos todos en una sociedad autodestructiva que hace que todo lo que dé beneficio económico sea válido y que inventa todo tipo de argumentos para perpetuar un estilo de vida en la que los animales son cosas que ni sienten ni padecen. Desde pequeños se nos adoctrina en unos valores que nos los ofrecen como normales y únicos, ocultándonos que son una ideología concreta. Se nos obliga a comer carne, se nos lleva al zoo, se nos muestra la caza como un pasatiempo, los toros o los circos, y para responder siempre nos dicen que en la naturaleza unos se comen a otros y así nos callan pues ese argumento, que puede ser válido, se nos da, sin embargo, sin los verdaderos matices que conlleva el mundo salvaje.
Las religiones promulgan en parte la muerte de animales, los gobiernos apoyan leyes que permiten el consumo constante de carne, hay una amplia parte de la población que viven con el tráfico, venta y consumo animal. ¿Son demasiado lobbies de presión para conseguir cambiar las cosas?
Si, son demasiados y por eso la única salida válida es el posicionamiento personal, la suma de individuos que piensan por sí mismos y no aceptan lo que la sociedad le ofrece como única vía o la vía natural. Del total de la biomasa animal, más del 97% pertenece al ser humano y a los animales que están a su servicio o esclavizados para su consumo. Menos del tres por ciento pertenece a animales libres. El ser humano se ha apoderado de prácticamente la vida animal y sobre ella ha construido su mundo y sigue siendo la base de gran parte de su negocio. Las religiones son el pilar que ha sostenido esta injusticia, pues van dirigidas a un ser humano y lo que hacen esencialmente es legitimar su dominio sobre el resto de la tierra. De todas, posiblemente las predominantes, la cristina y la islámica, son las peores. En la Biblia no se encuentra ni un solo pasaje de compasión o empatía con los animales.
¿Cuál es la salvación o qué permitiría la reducción del consumo de carne animal? ¿Es el animalismo la solución?
La solución es el veganismo. Vivir sin necesitar de la explotación de los animales. Avanzar sin ese dominio absoluto y criminal en el que hemos centrado hasta ahora nuestro mundo y que nos está llevando inexorablemente hacia una extinción masiva. Cambiar de hábitos es facilismo, pero nos repiten sin saciar que es muy difícil. Dejar de comer carne para empezar e ir prescindiendo poco a poco de todo lo que venga del abuso que mantenemos con los animales. Empezar a plantear un mundo en el que la relación con ellos sea de hermanos de planeta y crecer en torno a esa relación respetando la plenitud de cada una de las especies. Está demostrado por muchos estudios que mientras un ser humano carnívoro necesita cuatro hectáreas para subsistir, un vegano solo necesitaría una, pues la proteína la coge de su fuente primera que es la planta, no necesita robarse a otro ser que anteriormente la ha procesado. Un veganismo universal implicaría que habría muchísimos más espacios naturales sin roturar donde podría vivir los animales sin nuestra presencia. Es una utopía, pero podría ser alcanzable. Si millones de personas ya nos hemos decantado por el veganismo el resto de la humanidad también lo podría hacer. A nivel personal es el paso más importante que he dado en mi vida y sin duda el fundamental. Se trata de vivir dejando de lado todo tipo de violencia y la base de la violencia es la que ejercemos siempre con los que consideramos inferiores que son ellos, los animales.
Hablas a menudo del “carnismo” como base de reflexión para cambiar las cosas. ¿Qué es y como ayudaría a procesar el cambio?
El carnismo es una ideología, de la misma forma que lo es el veganismo. Lo que ocurre que es el carnismo es una ideología que desde pequeños se nos ofrece como única, como natural. Es un término que lo inventó hace una década la antropóloga o filósofa Melanie Joy que argumentó de una manera clara la trampa en la que esta sociedad vive en torno a la segazón que tenemos para con los animales. Su libro ¿Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas? es una biblia para muchos de nosotros. Si todo el mundo lo leyera con el corazón seríamos una especie digna de un paraíso como es la tierra y valoraríamos nuestra vida y la de los demás de una manera diferente… Sin embargo….
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